El próximo jueves 25 de octubre, se reune el Laboratorio del Procomún a las 17 horas, y va a tratar del tema de la democracia técnica. Antonio Lafuente ha escrito un texto sobre el tema, que se puede leer en la página web de Medialab Prado y Emanuel Rodríguez lo comentará.
Yo como nunca había escuchado hablar de este tema me puse, como ya sabeis que es mi trabajo, a investigar sobre esta expresión. Viene de Francia. Entonces tuve facilmente acceso a los pocos textos que se escribieron sobre el tema. En realidad existe un libro, Actuar en un mundo incierto, ensayo sobre la democracia técnica, escrito por tres investigadores Michel Callon, Pierre Lascoumes, Yanick Barthe, del 2001, que inventa esta noción me parece. Y conseguí en internet, en una página web ecologista francesa nombrada EGEP, un texto resumen, aunque de 11 páginas, de este libro. Como está en francés, lo intenté traducir. Habrá muchos errores, y es bastante largo, pero creo que es interesante.
A continuación entonces, el texto:
Para una democracia coginitiva
Fuente: http://perso.orange.fr/marxiens/egep/pub/nouvelle.htm
Actuar en un mundo incierto, ensayo sobre la democracia técnica, Seuil, 2001
Michel Callon, Pierre Lascoumes, Yanick Barthe
A coger el término en el rigor de su acepción,
no ha existido nunca ninguna verdadera democracia, y jamás existirá.
Rousseau
Para una democracia cognitiva
Fuente: http://perso.orange.fr/marxiens/egep/pub/nouvelle.htm
Actuar en un mundo incierto, ensayo sobre la democracia técnica, Seuil, 2001
Michel Callon, Pierre Lascoumes, Yanick Barthe
A coger el término en el rigor de su acepción,
no ha existido nunca ninguna verdadera democracia, y jamás existirá.
Rousseau
Este libro es un libro decisivo para pensar lo que los autores llaman una « democracia dialógica », y que prefiero llamar una democracia cognitiva. Para ellos, la revolución ya está hecha y los nuevos procedimientos ya están instituidos desde hace 30 años, lo que llaman los « foros híbridos » donde se construyen saberes e identidades a partir de la insuficiencia de la democracia delegatoria y de la « ciencia confinada ». Mientras esta insuficiencia del político está cada vez más inaguantable, se puede aquí encontrar las vías de una verdadera superación hacia una democracia cognitiva imprescindible para contestar a los desafíos ecológicos y que los ecologistas deberían aplicar entre ellos, aprender a gobernarse antes de querer gobernar a los demás. Hace falta reconocer los defectos manifiestos del sistema para adoptar los procedimientos más adecuados a la complejidad de las preguntas.
La pregunta de una democratización de la democracia está tomada por su lado más difícil, él de la participación de los ciudadanos al debate técnico que puede aparecer como el punto débil de la construcción democrática cognitiva, cuando, en realidad, es precisamente donde, para contestar a las incertidumbres de la ciencia y a la exigencia de una acción medida participativa, se han inventado procedimientos « híbridos » para devolver la palabra a los que no la tienen que sea en una « democracia directa » o delegativa. Se nota entonces la relación entre saber e identidad (desde los astrónomas amateurs hasta los enfermos del HIV). La construcción del tipo de saber no se puede separar de la identidad social emergente. Eso es muy importante y determina una democracia de las minoridades como lo veremos, ya que a partir de este momento la pregunta primordial es saber a quién se dirige.
Despúes del constructivismo social, el constructivismo económico, estamos entonces en el constructivismo político donde el saber de la ciencia no está siempre desinteresado, ni los ciudadanos son unos simples llevadores de intereses categoriales, pero donde la construcción de las preguntas implica una identificación de los actores, y su participación a un intercambio continuo. Es un proceso de aprendizaje recíproco, de traducciones entre saberes colectivos, de tomas en consideración de las singularidades más que su agregación en masa. Es lo que los autores llaman la búsqueda de un mundo común, donde no hay individuos de un lado y la voluntad general del otro, sino una composición de particularidades, especie de auto-organización.
Más está acabada, aceptada, estabilizada la democracia delegativa, más tiene tendencia en acentuar la profesionalización, la separación entre representantes y representados. Asimismo la ciencia está separada del público por un corte epistemológico, un monopolio del saber. Entonces tenemos un doble monopolio que se instala, el del poder político y el del saber científico. Es porque esta separación no se puede mantener que está superada por los « foros híbridos » (sangre contaminada) cuyo papel es de romper esta separación, de superar las asimetrías de información donde fracasan democracia representativa y democracia de mercado.
Como constructivistas consecuentes, los autores hacen notar que no se puede decir que la democracia delegativa quita la palabra a los ciudadanos que no tienen una palabra preconcebida. El representado no sabe siempre lo que quiere. La democracia representativa produce entonces una palabra pública que no estaba dada en el principio. Sin porta voz (porte-parole), no hay voz (pas de prise de parole), a través de su victoria misma, la democracia exige una superación para que no sea siempre los mismos que monopolicen la palabra.
Vemos la diferencia con la posición liberal que considera la libertad como dada, ya que, en frente de la falta (o ausencia) de libertad, sus partidarios querrán reducir las reglas, en provecho siempre de los más fuertes, cuando los constructivistas consideran que el ciudadano de a pie no puede expresarse sólo, que no tiene acceso al saber científico y que hay que remediar activamente al corte (como Alain Ehrenberg enseña que la autonomía individual necesita un apoyo institucional). Todo el mundo no está capaz espontáneamente de una « subida a lo universal » y se trata efectivamente de dar a todos los medios de acceder a lo universal. Es la justificación de los foros híbridos, que apuntan las insuficiencias de la democracia de la mayoría, y son, de hecho, casi siempre, el desenlace de conflictos, a menudo violentos, que se oponen a la delegación de la ciencia y del poder.
Los sondeos o los referéndum (muy criticados p214-215) que completan la democracia mayoritaria sólo acentúan la separación, que parecen negar, procediendo sólo a la agregación de individuos aislados sin interacciones, igual que el mercado, sin dialogo, abierto a todos los tipos de manipulaciones. Su uso es a menudo irracional y peligroso. Sirven sobre todo para desacreditar a los oponentes minoritarios. Sin embargo, no sólo hace falta pasar a una democracia de las minoridades que otra vez yuxtapone masas inertes cuando se trata de obtener gracias al diálogo una composición viva en lugar de una simple agregación, una producción de conocimiento, la unidad entre las preguntas y la composición del colectivo (vecinos, enfermos, etc), y la construcción de un mundo común. En lugar de reducirlo a la unidad del « pueblo », es, al contrario, por su división interna que el colectivo logra a componer con el mundo exterior según una dialéctica muy hegeliana.
Esta búsqueda de un mundo común tiene dos caras: la investigación de mundos posibles, la producción de saber (objeto, ciencia) y la composición del colectivo, su identidad emergente (sujeto, político) que expresa la particularidad social en frente de lo universal abstracto. A menudo, los resultados de un tal proceso son inesperados pero desembocan en un mundo común compatible con la investigación objetiva y las identidades subjetivas. Para determinar la forma más adaptada, hay que contar, de un lado, con la intensidad de la cuestión y su dimensión colectiva, y por otro lado, del grado de apertura del colectivo y de su « calidad » humana.
Como proceso emergente, la incertidumbre aquí es primera, tanto en lo que concierne el conocimiento científico en juego como la composición del colectivo que se forma poco a poco. Se trata entonces de una construcción de identidad colectiva a partir de un problema concreto, identidad temporal que se construye en la acción al mismo tiempo que la construcción de un saber específico que exige a menudo la adquisición de competencias socialmente escasas (miopatas). La identidad colectiva pasa por diferentes estados: primero la simple agregación de las personas afectadas, la identificación progresiva de los grupos de actores, y el reconocimiento de la diversidad y de las divisiones internas para llegar a una imprescindible apertura y un consenso aceptable (ganador-ganador) que no se reduce a los derechos de las comunidades o a la confrontación de intereses sino desemboca sobre la construcción de un mundo común. La incertidumbre del principio está identificada al final pero puede estar cuestionada a cualquier momento y esta construcción del diálogo, des los consensos, de las composiciones de las singularidades no tiene nada que ver con la unidad de un « pueblo ».
Para reducir la asimetría de la información, se necesita a traductores, mediadores, negociadores, animadores. Hay que combinar sorteo, formación, confrontación de expertos y grupos de presión. Las condiciones del éxito son difíciles de reunir pero para no caer en la mera mascarada y mistificación, hay que integrar el coste del acceso igual al procedimiento así como la transparencia de los debates, su trazabilidad, su grabación y su visibilidad. No debe haber palabras perdidas. Por último, se deben conocer las reglas del juego de antemano y respetadas.
Las diferentes formas híbridas de democracia, de tratamiento de la asimetría de la información van, desde los sondeos y los « Focus Groupes » o los paneles de ciudadanos, alrededor de 6 de personas sobre el mismo modelo que las de consumidores (que no se deben olvidar pero que minimizan el intercambio) hasta las Conferencias de Consenso (en Francia Conferencias de ciudadanos) pasando por las Encuestas públicas, las comisiones locales de información (CLI) y los comités de Sabios o comités de ética. Cada uno de esos procedimientos tiene sus ventajas y sus límites en un campo donde hay que combinar los acercamientos, « hibridarlos ». Los comités de Sabios por ejemplo producen por ejemplo diálogos de calidad, una visibilidad de la valoración, y permiten una continuidad de los debates pero favorecen el consenso, si no el conformismo, acogiendo difícilmente a los grupos emergentes y las ideas nuevas. Pero las conferencias de consenso están lejos de realizar una solución completa y transportable en cualquier caso.
Las conferencias de consenso se inventaron en Dinamarka para tratar problemas de actualidad con fuerte parte técnica, que necesitan una valoración aunque no sea suficiente y deje demasiadas incertidumbres. Es un intento de reducir la incertidumbre de la valoración por el llamamiento al público, que no se puede hacer por voto sobre preguntas tan complejas. Esas conferencias son la primera manifestación del principio de precaución, principio venido de conferencias alemanes. Por lo tanto existen, sobre los OGM por ejemplo, una combinación de un comité de pilotaje (7 universidades), una prueba de 15 ciudadanos sorteados sobre una « prueba representativa » por lo menos de la diversidad social. Una formación se da a esos ciudadanos, de forma privada primero, y después en conferencias públicas con las diferentes partes, expertos y grupos de presión. Al final del proceso, que dura de 5 meses a 1 año, según la complejidad de la cuestión, una opinión de 4 a 6 páginas motivada se redacta con « la verdadera emoción de la honestidad compartida ».
Por supuesto, no hay que ignorar todas las trampas, la instrumentalización de una democracia participativa de fachada. La democracia nunca está adquirida, no se hace sin nosotros y está siempre por volver a hacer, pero la complejificación de una sociedad hipertécnica impone dotarse a partir de ahora de los procedimientos de una democracia cognitiva a la altura de las apuestas de nuestro tiempo. Un foro no puede constituir un objetivo en si sin reducirse a una parodia de democracia. Se puede usar esos procedimientos para gestionar la admisibilidad social de las nuevas tecnologías. Debe haber, al contrario, una verdadera finalidad cognitiva de aprendizaje recíproco que debe desembocar sobre decisiones políticas y una estructuración de actores. Más fuertes son las incertidumbres de principio, más el proceso es largo y lento.
Fuera de los riesgos de instrumentalización, esas conferencias no son satisfactorias porque no cuestionan verdaderamente la doble separación de la ciencia y de la delegación política. La principal crítica que se puede hacer, como a las formas de proceso público que pueden tener su utilidad, es la de empezar con las técnicas de sondeo y quedarse al nivel del ciudadano abstracto. Esas conferencias impiden la constitución de identidades emergentes y, porque constituyen una intervención personal, impiden más que facilitan el dialogo organizado. Es una mejora de la delegación y no la supresión del corte entre representantes y representados. Este procedimiento produce poco conocimientos nuevos.
Más allá de esos foros híbridos inventados frente a los desafíos de la « democracia técnica » lo que está en juego, es construir una verdadera democracia cognitiva, democratizar la democracia en el nombre del principio de precaución, fuera de la lógica mayoritaria del pueblo, igual de bien que una libertad sin límite o que una democracia de las minoridades. Más que un voto o la confrontación de los intereses, es la lógica del diálogo que debe primar, la de la mediación, de la apertura, de una negación de la separación, que es la definición misma de la ecología. La relación de los foros híbridos y del principio de precaución enseña la dimensión ecologista y cognitiva de una democracia participativa muy lejana de la democracia competitiva y de la unidad de la República! Sobre esta base, los autores insisten sobre la unidad en construcción de un saber y de un identidad colectiva, que no están dados y que se quedan siempre temporales y sobre todo particulares. Sólo realizando esta unidad en acto se realiza la democracia.
La incertidumbre del tema es igual de grande que la incertidumbre del saber pero se debe resolver como proceso en la continuidad, un dialogo permanente (para la ciencia entre investigación confinada y investigación al aire libre: intervención sobre el objeto de la investigación, sobre el seguimiento de la investigación, sobre el resultado y sobre la explotación). Además de un seguimiento, hace falta un objetivo cognitivo de aprendizaje recíproco que desemboca sobre medidas políticas. Más se pueden afirmar las identidades emergentes en frente de una cuestión, más producen conocimientos, y permiten la fabricación de un mundo posible, y no sólo ocupan un espacio de diálogo. La eficiencia de un procedimiento depende entonces de su integración en el proceso de decisión política, y su peor obstáculo es el debate abierto sin consecuencias. Debe entonces haber una combinación de tres elementos: 1) asociaciones que permiten identificación y continuidad 2) implicación del Estado para tomar las medidas discutidas, y también 3) los medias para dar al debate un verdadero carácter público.
Esos procedimientos dialógicos que se vuelven imprescindibles en situación de incertidumbre se oponen totalmente a la « sociedad del riesgo » de Ulrich Beck como el principio de precaución se opone al escepticismo. Para esas sociologías del riesgo, no puede haber superación de la doble delegación y de la asimetría de la información. La desconfianza recíproca sólo se puede acentuar y los intereses combatirse en una negociación de los riesgos cuya distribución lleva a sus extremos el individualismo y la separación. Esta versión extremista del individualismo metodológico deja la composición de los intereses, el diálogo, la cooperación, la construcción de un mundo común, y sobre todo confunde riesgos que se pueden calcular con incertidumbres que no se pueden negociar y nos reúnen todos en la misma ignorancia.
El inmenso interés a partir de los foros híbridos está en esta incertidumbre del principio, de una situación donde nada está ya jugado. A partir de este momento, la democracia técnica ya no puede tomar la forma de una burocracia de expertos porque exige una democracia cognitiva que llama los recursos de cada uno para enfrentarse a una ignorancia compartida y construir un mundo común. La dimensión cognitiva añadida no concierne las leyes universales sino su traducción particular en formas contingentes y sus múltiples dimensiones, por lo que cada uno es reemplazable. La democracia cognitiva no consiste en absoluto en la aplicación imposible de un saber acabado sobre ciudadanos ignorantes, pero al contrario es un proceso de producción de saber (en lugar de la democracia delegativa que produce competición y competencias) Como decían las consignas de los círculos de calidad japonés: « el reconocimiento está antes del conocimiento ».
La pregunta no es entonces la de los expertos, de las competencias disponibles, sino la de la producción de conocimiento que consiste en pasar de un punto de vista general y abstracto a un punto de vista de personas concernidas/afectadas. Se puede decir que se trata de unificar valores y hechos, sujetos y objetos, identidad y saber. Así no son especialistas del calentamiento del planeta que deben imponer la tasa de la gasolina, sino que haría falta más bien establecer un diálogo con los transportistas para decidir las medidas más adaptadas. Esa forma de democracia dialógica permite de superar la separación entre pueblo constituyente y pueblo constituido, al precio de identidades temporales y cambiantes, construidas caso por caso y que ya no dejan ninguna contundencia al pueblo o a la voluntad general de una mayoría cualquiera. No hay nada aquí que lamentar.
Se trata efectivamente de un cambio de paradigma en relación con la democracia liberal que afecta también el mercado, sus asimetrías de información y sobre todo sus externalidades que hacen indispensable la implicación de las poblaciones afectadas para estar tomada en cuenta por el mercado. La pregunta ha dejado de ser la de saber si estamos en pro o en contra del mercado pero como organizar el mercado porque el mercado sobre todo tiene miedo a las incertidumbres.
Los foros híbridos, cuando cristalizan identidades emergentes (seropositivos, miópatas, vecinos) no pretenden, al contrario de Arendt, Habermas, Rawls, a la imparcialidad desinteresada del sujeto universal y separado de su vida privada, sino hacen reconocer la contingencia de su posición y de sus propios particularidades vitales. Todo conocimiento viene de un cuerpo en pena (Canguilhem). Es a partir de sus propias particularidades que cada uno participa a la búsqueda de un mundo común pero no en una mera yuxtaposición con los otros.
Esta producción de conocimiento no es natural sino difícil y conflictiva. (sangre contaminada). Necesita procedimientos e instituciones que construye a medida y que puede ser visto como un proceso de complejificación. Esos procedimientos para alcanzar su objetivo cognitivo deben ser eficaces y equitativos. Hay que poder pesar en las decisiones, actuar y no sólo estar representado sino que hace falta procedimientos equitativos que den decisiones equitativas.
La eficiencia dialógica exige también una interacción permanente en situación de incertidumbre donde todo puede cambiar. Al extremo de las decisiones marcadas por una mayoría o por especialistas, necesitamos una acción medida, prudente, concertada, que no sea ni inacción, ni temporización, sino proceso activo y abierto, contingente y modificable.
Una larga discusión del principio de precaución realiza la coherencia ecológica de esta democracia cognitiva en gestación. La precaución primero se debe distinguir del riesgo que se puede calcular. La precaución está antes de la prevención y no es abstención aunque a menudo exige la suspensión de una ejecución. No es ni el peor escenario, ni el riesgo cero que confunde obligación de medios y resultados, riesgo y falta. Ni negación, ni pánico sino necesidad de tomar medidas (temporales) y de medir los desbordamientos. Podemos ver que en el corazón de la ecología como de la democracia cognitiva se plantea la pregunta de los límites de nuestro saber, de una incertidumbre que nos moviliza colectivamente. Podemos contestar por una diálogo público que siempre se debe rehacer o dejar hacer el mercado en nombre del escepticismo liberal. La incertidumbre puede empujarnos al inmovilismo o al salto al desconocido cuando el principio de precaución toma esta incertidumbre en serio, como objeto de investigación y de diálogo público con una obligación de resultado vital.
Tenemos entonces un conjunto de hipótesis que contradicen la ideología liberal escéptica que ignora las particularidades y las interacciones humanas en una agregación puramente cuantitativa. Así la hipótesis de una libertad absoluta de la voluntad popular desaparece con la idea del pueblo y el declive del voto mayoritario a favor de una autonomía concreta de las poblaciones, aboliendo la heteronomía del poder por la construcción de un sujeto y de una identidad colectiva. Si se abandona el escepticismo a favor del principio de precaución, se puede admitir que no se sabe lo que hay que hacer pero por lo menos sabemos que las posibilidades son limitadas. Siempre existen límites que no hay que superar, límites que no son dadas y no sólo pueden sencillamente ser sometidas al voto sino deben ser discutidas colectivamente. Haria falta así para cada pregunta que implica a ciertas categorías de poblaciones les constituya en colectivo lo que les permitiría construir su identidad en la búsqueda de un mundo común que reconozca su particularidad en un proceso de diálogo entre las partes que parezca a una « democracia por proyecto ». Ya no es el voto que legitima las medidas tomadas sino el consenso, la voluntad de vivir juntos, la aceptabilidad social, y por ultimo la pertinencia. Estamos lejos de este poder heterónomo de la democracia que denunciaba Tocqueville: ¡Qué me importa que el yugo que me hacen llevar, decía más o menos, venga del Rey o de la República! No es así con un poder a la escucha de los ciudadanos afectados, cuyo poder, sus obligaciones, sus limitaciones, no se fundan sobre las relaciones de fuerzas políticas globales sino sobre el acuerdo de los primeros afectados, verdadera auto-nomía. Ya no se enfoca sobre la representación de las minoridades, de la proporcional, ni incluso de estar bien representado, ni de vencer al adversario y de ganar la hegemonía! Sólo hay minorías, identidades múltiples y cambiantes según las circunstancias. Lo importante es encontrar las buenas soluciones diferenciadas en este mundo complejo y eso sólo se puede hacer con la gente afectada, construyendo su autonomía por procedimientos cognitivos adaptados. Desafortunadamente, es muy caro. No se puede hacer todo el rato, y hay que optimizar los procedimientos en la práctica.
Es difícil hacer aparecer la fuerte coherencia que viene de este acercamiento y que refuerza la afirmación de un paradigma ecológico muy alejado del paradigma liberal. El libro mismo no está sin problemas, pero su alcance es muy grande para la redefinición que da de una democracia de las minoridades por ejemplo y el cuestionamiento del voto a favor de un proceso de elaboración colectivo. Los partidos políticos deberían inspirarse de este libro. No se trata de suprimir la democracia delegativa sino de doblarla con procedimientos participativos particularizantes que permitan una acción medida en lugar de la violencia de una poder separado, heterónomo. Igualmente, no se trata de negar la ciencia y su acceso difícil, sino el monopolio del saber. La posición constructivista, la unidad de un conocimiento con el colectivo que lo produce y su identificación son necesarios a esta reapropriación del saber y a la democratización de la democracia para no dejar de negar la separación, y la construcción de una identidad provisional. El libro acaba así: « Lo que constituye nuestra humanidad común debe en permanencia estar probado y colectivamente debatido ».
Medialab Prado
Lafuente, Challon, Sotelo… Repensar la democracia… Aceptar el reto de democratizar la democracia representativa, ¿cómo hacerlo?
No puedo sino pensar en otros textos leídos durante nuestra investigación de los caminos del procomún que describe un proyecto que, desde un enfoque distinto, también aspira a la democratización, esta vez del conocimiento. Se trata del OpenCourseWare del MIT, que desde 2002 lleva dando acceso abierto a textos y materiales elaborados por profesores para más de 1700 cursos del MIT. Evidentemente se mantiene la jerarquía profesor – alumno. Por cierto, no me gusta emplear porque significa “sin luz”, como si la misión vital del ilustrado profesor fuera llegar con la antorcha de la sabiduría a sacarlo de las sombras habitadas por las multitudes ciegas. Y además sigue siendo una comunicación (no se puede hablar de diálogo) unidireccional, siguiendo con la metáfora empleada, de la fuente de la luz a la oscuridad.
Pero el valor del texto de Jesús González Barahona no consiste sólo en describir el contexto de producción de ese conocimiento, sino en mostrar las condiciones necesarias para posibles procesos de democratización.
Primera condición: voluntad política y recursos a disposición.
Las dudas asaltan:
¿Es una responsabilidad sólo de lo público promover un replanteamiento profundo del sistema político?
¿No habrá fuerzas que busquen perpetuar el status quo y que se legitimen la democracia representativa bajo la bandera de “quizás no sea un buen sistema, pero es el mejor que conocemos”?
¿Cómo se puede apelar al gigante del Estado para que produzca o colabore en su propia transformación, renunciando a ser lo que ahora es?
¿Dónde están las fracturas existentes para comenzar con esa labor? ¿En las universidades, en los centros de investigación científica, en las plazas y las calles como laboratorios?
¿Puede ser el Estado el único garante?
Aquí parece adecuado apelar a la corresponsabilidad de todos: políticos, científicos, profesores y activistas para dialogar, como proponen los foros híbridos de los que hablan Lafuente y Challon.
Pero después de los primeros acuerdos se cierra el círculo: ¿cómo realizar la implementación de estos consensos? ¿Recurrir de nuevo al Estado?
Será necesario entonces pensar muy bien y en esos mismos foros cuáles serán los instrumentos y cómo deben garantizar la participación ciudadana más allá del mero debate teórico.
Esto lleva a otros puntos y reflexiones:
El valor de la movilización política y social de las comunidades de afectados, por medios y a través de tipo de eventos no institucionales.
¿No es acaso una buena alternativa para cuando el Estado no es garante?
¿Qué pasa con la cantidad de estrategias que surgen al margen de la legalidad y la legitimidad institucional?
¿Cómo poner al fin sobre el tapete la posibilidad de que el Estado se siga utilizando con más o menos sutileza como un instrumento de clase?
¿Pueden sentarse a dialogar en un mismo foro grupos con intereses tan confrontados?
¿Qué grupos (poderosos o desamparados) se están dejando de lado? ¿Soportarán ser ninguneados?
No asumir estos puntos implica despolitizar el debate, sin llevarlo hasta la raíz, sin hacerlo radical.
Otro valor más: el valor de la solidaridad, para movilizar a comunidades de no afectados y al “colectivo” de individuos desagregados, también importante (sin embargo si es reconocido por la democracia representativa y sus sistemas de votación).
Otra necesidad: que la transformación de la democracia hacia mayores dosis de participación venga acompañada y reforzada por la tecnología adecuada.
En la era de la información, el reto no parece difícil. Sin embargo, ahí están los estudios que parecen demostrar que la facilidad del voto electrónico (cuyo ahorro en tiempo y recursos permitiría realizar muchas más decisiones en urna de las que se realizan en la actualidad, permite llevar el nivel de votación casi hasta lo ilimitado) no necesariamente coincide siempre con un aumento de la participación. Véase por ejemplo, el artículo de Fernando Barrientos sobre el Parlamento Europeo, donde afirma que el obstáculo a la participación no es tanto la técnica sino el rechazo a los partidos como formación política tradicional que ha dejado de ser social por no estar en contacto con los ciudadanos.
¿Podrán estar los foros híbridos a la altura de estas expectativas?
¿Cómo agregar a los desagregados?
¿Cómo combinar todos los instrumentos, todos los modos de producción política históricamente anteriores, con las nuevas propuestas para generar un entramado complejo que asegure altos niveles de libertad y participación sin renunciar a las incertidumbres?
Último punto: la educación, la alfabetización política, tecnológica y ciudadana, para conocer todos estos mecanismos, para desarrollar una verdadera libertad positiva para elegir (no hacerlo) participar en esta gran transformación. Este punto entronca directamente con mucho de lo que habla Michel Callon cuando habla de la dimensión cognitiva del proceso de transformación.
Matices, dudas, recovecos del proceso, imposible una sola conclusión…
Todos estamos de acuerdo en que cuando los planteamientos teóricos se intentan llevar a la práctica acaban sucediendo un montón de cosas inesperadas, otra dimensión de la dialéctica que hay que explorar.
¿Cómo sumar los procesos y estrategias que la gente ya ha puesto en práctica a estos nuevos espacios para la construcción del consenso?
Un último apunte. Las comunidades de afectados son comunidades de experiencia.