En esta última semana hemos tenido tres actividades externas a la programación habitual del Medialab. El Lunes 24 de noviembre la presentación del libro Imagine… No copyright, de Joost Smiers y Marieke Van Schijndel, a cargo de Javier de la Cueva y Enrique Bustamante. El sábado 29 de noviembre el Taller La catedral y el bazar. estructura de las comunidades de software libre a cargo de Felipe Ortega y que hace parte una serie de jornadas organizadas por el Master de Software Libre de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid que continuará los sábados 13 y 20 de diciembre, también en el espacio Medialab.
Complace mucho que este espacio sea aprovechado para este tipo de actividades cuya organización no depende directamente del Medialab, pero que concuerdan perfectamente con la finalidad de este sitio dedicado a la producción cultural. Logisticamente el espacio tiene como ventajas que está muy bien ubicado en pleno centro de Madrid, cuenta con las condiciones técnicas mínimas para la realización de presentaciones, talleres y mini conciertos.
Otra actividad organizada por la asociación cultural liquidación total ha sido la realización del Taller En una corta unidad de tiempo. Un proyecto sobre narrativa y microrrelatos a cargo de Virginia Villaplana, que tuvo lugar entre el domingo 30 de noviembre y el miércoles 3 de diciembre. A este taller asistieron unas doce personas quienes a partir de materiales aportados por ellas como fotografías, objetos (como una radio o una piedra), extractos de textos, imágenes de vídeo, documentos, etc., empiezan a construir microrelatos basados en la lectura e interpretación de estos materiales. Esta técnica es la mediabiografía que consiste en la generación de relatos personales autobiográficos y de ficción de forma colectiva y colaborativa a partir de archivos digitales con la intención unir palabra e imagen. Por lo que pude oír y ver de lo que aconteció en el taller resulta una forma muy potente de recuperación de la memoria personal y cotidiana que termina por ser una recuperación de la memoria colectiva, puesto que los recuerdos personales se vinculan y conectan con otros microrelatos creando una especie de redes narrativas que se entretejen.
De otro lado, la técnica de poner los materiales aportados por los participantes en una mesa para componer y descomponer a partir de ellos, me ha parecido una especie de «juego de duelo» en el que los participantes como niños que juegan con objetos preciados recomponen los instantes intensos de su pasado para reelaborarlos narrativamente. Y aunque no hay referencias benjaminianas me ha parecido un ejercicio que se caracteriza por «leer lo nunca escrito» para expresarlo en una narración y, un ejercicio que, al igual que el ángel de la historia benjaminiano, implica las acciones de detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado de esos instantes pasados que adquieren su significación y sentido a la luz del presente por el cual el pasado nunca deja de ser pasado («El bien querría detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado» (Tesis IX)). Pero esto que debería ser la tarea del Historiador y de la Filosofía de la Historia, en el caso de este taller, lo que creo se ha pretendido más bien es que sea una tarea de la gente común, que se opondrían con estos microrelatos, con sus narraciones entretejidas y pequeñas historias colectivas a ese Gran Relato de la Historia. Con ello, el poder de narrar estaría distribuido y para hacerlo realidad y empoderar a la gente, es necesario aprender las técnicas necesarias para ello, y en este taller nómada he visto que se ha insistido tanto en el aprendizaje como en la producción colectiva de ese «saber hacer» que hace parte del oficio en la narración literaria y del montaje cinematográfico a partir de las imágenes de archivo. Alx.
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.