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Los valores (de uso? de cambio?) de los bienes compartidos de naturaleza inmaterial

Ayer tuvo lugar en Medialab Prado una nueva sesión del Laboratorio del Procomún.

En esta ocasión, se abordó el tema de procomún y ecología, a través de la reflexión sobre el texto elaborado por Isidro López que ya presentamos en este blog con otro post hace pocos días.

Siguiendo la metodología de trabajo habitual, el encargado de realizar el comentario del texto fue Jordi Claramonte quien además, desde su óptica y trayectoria en los movimientos artísticos y sociales, puso sobre la mesa una pregunta a la que tarde o temprano todos los participantes del laboratorio se tenían que enfrentar.

Ante el tipo de situaciones descritas en esta y otras sesiones, en que vemos devastados los bienes naturales por la lógica de la “acumulación por desposesión” con que funciona el sistema capitalista (aportaciones conceptuales de Isidro López apoyándose en Harvey y otros):

¿Qué tipo de soluciones, entendidas como propuestas de gestión, se deben hacer?

Se trata de un problema de escalas:

¿Debemos elaborarlas únicamente en base a las experiencias locales de éxito o debemos ir más allá hacia el cuestionamiento radical de un sistema económico que genera modelos productivos depredadores del procomún?

Si no consideramos viables la soluciones fuera del capitalismo, ¿debemos apostar entonces por el llamado capitalismo cognitivo, 2.0 o hacker como posible solución? ¿Qué implicaciones tiene esto?

Estos interrogantes marcan, a mi modo de ver,- desde el punto de vista de una mediadora cultural que contempla estos procesos de construcción colectiva del conocimiento y que no puede dejar de verlos si no es desde su propia experiencia y subjetividad -, uno de los puntos de no retorno del debate actual.

Primero, porque se pone énfasis en la necesidad metodológica de integrar las visones macro y micro de los procesos, de examinar sus relaciones y complejidades, teniendo en cuenta la escala espaciotemporal así como la contextualización histórica y cultural de cada una de las experiencias, sin caer en la tentación de teorizar “en el aire” o en base a modelos no empíricos. Se trata de estudiar y documentar de esta manera, si es que se persigue el rigor. Realizar una especie de “etnografía” de los procomunes.

Segundo, porque no se obvia sino que se pone de manifiesto el posicionamiento político e ideológico con que se elabora, difunde y reinterpreta cada elaboración teórica (desde las tesis de Hardin sobre la tragedia de los comunes, hasta el neoliberalismo económico que ha leído o dejado de leer a Adam Smith). ¿Qué perseguimos, hacia dónde vamos, qué de radicales queremos ser, hasta dónde, por qué hasta allí, por quiénes?

Se trata de poner al descubierto, evidenciar y afinar los rasgos de otro tipo de contexto, el de la producción de conocimiento, nuestro conocimiento sobre el procomún generado desde el laboratorio. Bourdieu, Passeron y Chamboredon (El oficio de sociólogo), y en general los que aspiramos a que las sociales tengan verdaderamente el estatus de ciencias, pueden sentirse orgullosos de esto.

Para finalizar he aquí mi aportación:

¿A caso no funciona el capitalismo cognitivo con la misma lógica de acumulación por desposesión que el tradicionalmente conocido capitalismo de producción material?
Sólo dos ejemplos que dan que pensar:

Wikonomics”, todo un best-seller en la sección de gestión y economía.
En él los autores proponen a los nuevos y viejos emprendedores que apliquen adaptados a su empresa los modelos de producción colaborativa, así como otras aportaciones de la cultura 2.0.
Según ellos, esta es una gran receta para aumentar la productividad en nuestros tiempos.

En realidad supone un síntoma preocupante de cómo los agentes sociales protagonistas del capitalismo productivo se apropia de aquellas prácticas y discursos (cultura) que sirven a su fin de acumulación, eliminando toda carga política que representan simbólicamente esos conceptos, domésticándolos, quitando su carga de rebelión.

Por eso establece su propio sistema de clasificaciones y prefiere, por ejemplo, llamar a sus chicos “alejandrinos” (vinculados a la biblioteca de Alejandría, acumuladores de conocimiento centralizado al que sólo tenían acceso aquellos en posesión de la restringida ciudadanía grecorromana) en vez de usar el término “bibliotecarios” (de la Wikipedia, proyecto del que toma la idea original pero elimina su finalidad de ser libre, abierto, para el bien común) o el de “enciclopedistas” de Asimov (y su Fundación para salvar a la humanidad).

Otro ejemplo: Elpaisdigital se publicita como inventor del llamado Periodismo 2.0.
Olvida la existencia de proyectos como Indymedia y en general los periódicos, radios y televisiones comunitarias y alternativas, que hace ya muchos años que llevan poniendo en práctica la producción libre, crítica, democrática y participativa de información como una forma de contrarrestar el peso de los grandes monopolios empresariales de la comunicación, y que fueron los primeros en impulsar hasta las últimas consecuencias el siguente lema: “Todos somos comunicadores”.

Ojo con los valores y usos que le conceden al procomún que existe en la cultura 2.0, otros agentes sociales: pueden convertirlo en fuente de ingresos, o de legitimidad.

Clara

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Texto de la próxima reunión del laboratorio del Procomún

Mañana 29 de noviembre se reúne en su reunión mensual el Laboratorio del Procomún a las 17 horas. A Isidro López, que nos pertenecía directamente al laboratorio, se le ruegó escribir un texto sobre el tema de la gestión agraria y el Procomún, que Jordi Claramonte comentará.
A continuación este texto:

Procomún y activos ecológicos
Isidro López

Este borrador propone algunas líneas generales, muy esquemáticas, tanto para la conceptualización de los activos naturales como componentes del procomún como para, más concretamente, valorar la invasión del territorio y las burbujas inmobiliarias como una perdida de bienes ecológicos y sociales, tanto comunes como públicos, dentro de reaparición de la acumulación por desposesión como estrategia central de acumulación en un contexto sistémico largo de estancamiento económico.

1. La tragedia de la economía neoclásica

Uno de los efectos políticos centrales de la irrupción de la crisis ecológica ha sido el cuestionamiento de las formas de explotación de los recursos naturales ligadas a la propiedad privada. La vieja idea de la gestión y propiedad comunitaria de los bienes y servicios ambientales vuelve con fuerza, en un contexto marcado por lo que se podría denominar, invirtiendo la famosa metáfora del “Tragedy of the commons” de Garrett Hardin, como la tragedia de la economía neoclásica.

La confusión original de Hardin entre gestión comunal y ausencia de gestión de los llamados bienes y servicios ecológicos ha derivado en una línea de pensamiento hegemónica entre los economistas ortodoxos y los gestores políticos neoliberales que se han servido de esta coartada para imponer la necesidad de la gestión privada de los activos naturales como única solución al agotamiento de los stocks naturales. Más allá de este uso descaradamente ideologizado, en la argumentación de Hardin hay, al menos, dos fallos centrales que impiden que su «teorema» tenga validez como guía de la gestión de los recursos naturales y que sin embargo continúe provocando una confusión semántica que tiene como efecto la promoción de modelos insostenibles de gestión ambiental:

1) El horizonte de duración del usuario o la empresa individual es menor que el de la comunidad y por lo tanto, es indudablemente menos idóneo para la gestión a largo plazo de los recursos. En palabras de Joan Martinez Alier:

“Hardin debería de haber advertido que si existe una asimetría temporal entre costes e ingresos, como usualmente ocurre, es decir, si la ganancia es en el presente y los costes en el futuro, como ocurre por ejemplo con los costes de la no disponibilidad (…) entonces la propiedad comunitaria es un mejor sistema.»

2) La existencia de no pocos activos naturales que simplemente no pueden ser propiedad privada este es el caso de los stocks pesqueros, los acuíferos subterráneos o los sistemas de biodiversidad.

La verdadera tragedia es la de una economía neoclásica absolutamente incapaz de acomodar en su seno conceptual el llamado “problema ambiental” debido a las tres exclusiones en la formación del objeto económico que operó Leon Walras y que señala Jose Manuel Naredo.

1)Sólo el subconjunto de lo directamente útil que es objeto de apropiación efectiva por parte de los agentes económicos pasa a formar parte de su patrimonio.
2)Se retiene sólo el subconjunto de los objetos que poseen valor de cambio.
3)Se toma del campo de lo apropiable y lo valorable tan sólo aquellos objetos que se consideran productibles, de manera que quede salvado el equilibrio teórico entre consumo y producción.

De estas tres exclusiones surge una noción de riqueza social caracterizada únicamente por el valor de cambio, la industria y la propiedad privada. Esta noción restringida de riqueza esta completamente ciega respecto al conjunto de los procesos materiales sobre los que se apoya la actividad monetaria y es, en clara complementariedad con el tipo de poder económico al que son funcionales, la verdadera causante de la destrucción de los activos ecológicos comunes que subyace como causa central de la crisis ecológica global.

2. Tres acercamientos a la recuperación conceptual de los activos ecológicos comunes

El fallo de origen de la economía neoclásica respecto a los procesos naturales ha intentado ser subsanado desde múltiples perspectivas, que vehiculan diferentes interpretaciones políticas, que han servido para marcar el campo de reintroducción de las conexiones sociales y ecológicas en los ámbitos conceptuales tradicionalmente dominados por la propiedad privada.

A. Externalidades

Desde la escuela de la economía ambiental se ha utilizado mayoritariamente la noción de externalidad o de economía externa como puente entre la economía y la ecología. Desde esta posición se entienden las externalidades como aumentos o disminuciones del bienestar de un determinado agente económico por causa de otro agente económico. A través de esta visión plana de las externalidades se plantea una política de internalización de costes con vistas a restaurar la eficacia del análisis coste-beneficio.

B. Costes sociales

Kart William Kapp amplía el campo de los costes sociales no registrados, estos ponen en suspenso cualquier evaluación de aspectos tan centrales para la dinámica expansiva del capitalismo como el crecimiento del PIB o la eficiencia social del cambio tecnológico. El resultado es una separación entre el significado de beneficio para el empresario privado y el significado social de beneficio que implica una intervención política, preferentemente estatal, sobre el ámbito económico.

C. Metabolismo Económico

El punto de vista de la economía ecológica o de la ecología industrial centra su atención en el conjunto de sistemas monetarios y naturales y en sus interrelaciones. Desde este punto de vista, se analiza prioritariamente el grado de desajuste entre los flujos de energía y materiales que consume la economía y los procesos biológicos que los sustentan. Desde esta posición, las externalidades son productos intrínsecos del metabolismo económico y se desprende una política encaminada al cierre de los ciclos de energía y materiales que sobrepasa el marco institucional definido por la empresa y la propiedad privada.

3. El ciclo inmobiliario español y la acumulación por desposesión.

Tanto Marx como Polanyi, reconocieron la funcionalidad que la apropiación del procomún cumple dentro del proceso de acumulación capitalista como fuente de rentas no producidas desde los parámetros capitalistas, en términos actuales podríamos decir de captación de externalidades positivas. En el ciclo de acumulación posterior a la crisis de 1973 se ha ido incrustando esta nueva versión de la acumulación primitiva en el centro de la dinámica de expansión capitalista por la vía de lo que el geógrafo David Harvey denomina las soluciones espaciales y financieras de la economía. El caso del ciclo inmobiliario español presenta un ejemplo clarísimo de este tipo de desarrollos que puede ser seguido empíricamente para valorar la amplitud de la perdida de activos comunes, tanto sociales como ecológicos, y de la apropiación privada del espacio público urbano.

Por la especial vinculación que se establece entre las actividades inmobiliarias y constructoras y los procesos de dominio hegemónico del capital financiero, la llamada financiarización, la vivienda ha sido el eslabón más débil del proceso de privatización del núcleo duro -salud, educación, vivienda- de los servicios del estado de bienestar. Esta versión de la acumulación por desposesión tiene también una vertiente expropiadora que va más allá de la captación de rentas del trabajo para transferirlas hacia el capital. La vinculación de la vivienda al territorio hace que su desarrollo expansivo implique la expropiación a gran escala de todo tipo de servicios ecológicos comunes que van desde el agua hasta la energía, pasando por la aniquilación de un sinfín de funciones ecosistémicas dependientes del suelo, desde la destrucción de las reservas estratégicas de suelo agrícola en las cercanía de las ciudades hasta los daños a la salud pública provocados por la perdida de calidad ambiental.

Bibliografía

Hardin, Garrett. “The tragedy of commons”, Science, Vol. 162, No. 3859, 1968, pp. 1243-1248.
Harvey, David. Espacios del capital, Madrid, 2007, Akal.
Kapp, Karl William, Los costes sociales de la empresa privada, Madrid, 2007, Los libros de la Catarata.
Martinez Alier, Joan. El ecologismo de los pobres, Barcelona, 2005, Icaria.
Naredo, Jose Manuel. Raíces económicas del deterioro ecológico y social, Madrid, 2006, Siglo XXI.

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Juan Freire. "Del procomún analógico a los nuevos espacios públicos. "

El pasado jueves Juan Freire visitó Medialab para ofrecer una interesante charla bajo el título “Del procomún analógico a los nuevos espacios públicos.”

El título era bien interesante, y la charla resultó ir más allá del mero atractivo formal. Freire resumió en dos horas y media un tema que bien hubiera llevado días, y es que una explicación con ejemplos y referencias siempre es más productiva. No quiero entrar en opiniones subjetivas sino comentar brevemente qué es lo que Freire puso sobre la mesa para explicarnos un título tan amplio.

Ejemplos para reflexionar: ¿sabían que un grupo de sociólogos llegaron a la conclusión de que en Nepal la la autogestión de canales tenía una productividad mayor que la gestionada por su gobierno? Aquí va otro: Quartzsite, en Arizona, cuando llega el invierno un montón de gente se instala en la ciudad con sus caravanas durante unos meses, construyen sus mercados y una “sociedad temporal” que, tal cual aparece y se desarrolla unos meses, desaparece sin dejar rastro (aunque imagino que dejará dinero, ya que la fuente de ingresos principal de esa ciudad es el turismo.)

Creo que todos deberíamos preguntarnos hasta dónde llega nuestra desconfianza, quizá miedo, en la autogestión, o simplemente en el hecho de no depender de una institución gubernamental para generar nuevas redes sociales, que es precisamente lo que está saliendo a flote en lugares como la llamada “sociedad red”. El nuevo procomún es el digital y lugares como Internet fueron diseñados para formar parte de ese concepto.

Volviendo al tema de los nuevos espacios públicos, me gustaría recordar una frase que se dijo el jueves: “hoy, la ciudad moderna ha hecho calles para pasar por ellas, no para estar en ellas.” Se habló de los “no lugares” de Marc Augé y de los “espacios basura” de Rem Koolhaas (espacio que no tiene ninguna utilidad.) Según Freire, la sociedad moderna debe reapropiarse del espacio público defendiendo un conocimiento libre (como ejemplo se mencionó la web 2.0), un espectro libre (el radioeléctrico) una arquitectura post-espectacular (pensada para las personas, funcional, barata) y, sobre todo, lo que se definió como “una piel digital sobre el asfalto”.

Claro, que todo es cuestión de debatir sobre qué son realmente los espacio públicos y si estos siguen existiendo, por poner un ejemplo de Freire, el alcalde de Sao Paulo ha prohibido la publicidad en sus calles. Así, una gran ciudad sin publicidad ¿no se deshumaniza un poco?. En la charla se habló de que un espacio público es un espacio que depende de su auto-organización (por ejemplo, el proyecto estadounidense llamado Burning Man.

De todo esto y de mucho más se habló el pasado jueves en Medialab. Hubo preguntas, hubo opiniones y hubo mucho interés por continuar investigando acerca de eso que llaman “espacios públicos.”

Esto ha sido una explicación muy breve, pero tanto en nuestra web de Medialab
como en la del propio Juan Freire podéis ver un slideshare con toda su presentación.

Ana.

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Nube de tags

Otro post que llega un poco tarde, pero tampoco demasiado. Luego vendrá otro, y así habré cumplido con lo de ayer. ¡De ayer! Pero hoy, de nuevo, hay conferencias, y 3. ¡Aie, por favor, no me reprocheis demasiado estos días de retraso!
Ahora pues os quiero contar muy rapidamente, porque en unos minutos Alberto Cairo va a ponerse a hablar, una experiencia muy interesante de cruce de saberes, que un visitante francés, Franck Leibovici, identificó directamente como una performance, que realmente fue una, a cual fuimos unos cuantos a participar o a observar.
Desde las 17 horas hasta las 19 horas, Santiago Ortiz programó bajo nuestros ojos, a veces ojos de expertos a veces ojos de ignorantes que lo ven como magia (mis ojos por ejemplo) las representaciones que proponía Antonio Lafuente con el objetivo de visualizar el Procomún. Fue nuestro taller tan esperado de nube de tags, que de taller no tuvo nada, y cuya utilidad y eficiencia dudo bastante, pero que resultó ser una experienca muy interesante y totalmente inédita.
Lo que además de su aspecto performativo este “taller” nos aportó son varias reflexiones en torno a la visualziación de datos: que la visualización es una herramienta que permite, más que visualizar, visibilizar lo que no se suele ver. De eso su aspecto político y benéfico, y su posible uso a fines colectivos, ya que permite hacer aparecer fenómenos desconocidos y generar tomas de consciencia a nivel colectivo, sobre todo cuando formas genéricas de visualización, como las de Many Eyes que nos presentó Fernanda Viégas, nos permiten a nosotros ciudadanos, “gente del común”, generar nuestras propias visualización sobre temas que decidamos. La visualización permite quitar mitos y mentiras, a condición que los datos sean fiables, y eso es otro problema…. En cualquier caso permite multiplicar los puntos de vista y las tomas de palabras. En nuestro caso, quiero decir, en el caso del Procomún, el interés de la visualización es obviamente su visibilización, que constituye según Antonio Lafuente una parte de la misión del Laboratorio del Procomún, para poder conocerlo y protegerlo, lo que desarrolla en su texto reunir, visualizar y movilizar el procomún. Como nuestro blog y nuestras voces intentan hacer visibles lo que pasa en Medialab Prado como experiencia colectiva, y el Procomún como fundamento de ver el mundo, de pensarlo y de cambiarlo, la visualización de datos en su estado actual es un medio maravilloso para crear un espacio interactivo y atractivo que ayuda a la primera y constituye parcialmente la segunda etapa, en su forma de nube de tags, del tratamiento digital del Procomún como concepto y objeto.

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Procomún y espacios públicos

Hoy, jueves 22 de noviembre, a la 19 horas vendrá Juan Freire a darnos una charla, en el marco del ciclo El procomún o las nuevas miradas a lo público, titulada “Del procomún analógico a los nuevos espacios públicos híbridos”. ¡Qué complicado! “procomún analógico”, “espacios públicos híbridos”, ¿Qué significa esta asociación misteriosa de palabras raras?
Bajo este título oscuro, creo entender que se plantea sencillamente explorar la relación entre Procomún y espacios públicos en la sociedad actual, es decir, en una sociedad que ha dejado los espacios públicos y ha desarrollado nuevos modos de relacionarse en parte a través de la red. Creo entender entonces que se va a hablar de la relación entre espacios virtuales y espacios físicos y Procomún, ancho tema que nos puede llevar a horas de charla, ya que cada término podría suscitar una serie de preguntas fundamentales a lo que se añadiría el análisis problemático de las relaciones complejas que se pueden establecer entre ellos.
Entre el Procomún y el espacio público, las cosas no son tan claras como lo parecen: la cosa pública no es cosa común. Entonces el espacio público, aunque el uso sea colectivo no está regulado por la colectividad sino por el Estado que decide de la cosa pública. La reunión de las madres en una plaza que miran jugar a sus hijos al fútbol, estos mismos niños que corren y juegan, seguidos luego por las parejas de abuelos que toman el fresco, o por los adolescentes que vienen a beber, no corresponde a un uso colectivo de la plaza sino a usos legales o tolerados de un espacio bajo ciertas normas elaboradas por el Estado. Lo que a primera vista parece obvio, que el espacio público sea el de la colectividad, aparece aquí como uno de los elementos fundamentales del debate y una de las claves para construir soluciones: ¿Qué es la relación entre lo público y el público?, o mejor dicho ¿entre lo público y el Procomún? Para establecer la equivalencia entre público y común hay que tener confianza en el Estado y creer que la misión del Estado es efectivamente la realización del bien común, que sus actuaciones siempre están motivadas por la búsqueda de lo mejor para los ciudadanos, hay que creer que la felicidad individual de uno mismo pasa por el respeto de las normas elaboradas por el Estado, y que el Estado puede gestionar, organizar, regular el espacio mejor que la comunidad, y reconocerle legitimamente entonces como la autoridad máxima.
En cuanto a la relación entre espacios físicos y espacios virtuales, o híbridos, – aunque supongo que virtuales tampoco debe ser el equivalente de híbridos -, su relación es interesante al plantearlo dentro de la reflexión del Procomún. Porque realmente cuando se está cuestionando unicamente la relación entre los dos espacios, se suelen adoptar dos posturas morales que tiene que ver con la convivencia y el estado social de las relaciones, y remiten entonces a acercamientos sociales que salen del campo de la pregunta conceptual del Procomún y de su construcción, aunque no carezca de interés. A ver si se me entiende. El espacio físico es a menudo visto como la panacea de la vida de antes, donde la gente se hablaba, se conocía, lo que evitaba tensiones sociales, y desactivaba los conflictos. Yo no sé nada del estado de la violencia en las sociedades occidentales del siglo XX y XXI, pero tengo la intuición de que no se puede reducir el tema diciendo que el dialogo quita las tensiones, porque la palabra también genera el conflicto, y de la palabra al acto a veces sólo hay un salto que se salta. Según este punto de vista, el espacio digital entonces es el reinado del solipcismo, del narcisismo, o de la relación solitaria, que traduce la incapacidad actual a relacionarnos, y provoca deresponsabilización entre miliones de voces anónimas. Obviamente, supongo todo es mucho más complicado. La comunicación por internet facilita las relaciones, sobre todo por la distancia, y permite a la gente que tiene más dificultades para expresarse directamente encontrar otros canales de expresión que le permite opinar, y eso no es poco, sobre todo en nuestra sociedad donde son los contactos, sonrisas, y sumisiones que llevan al éxito. El espacio virtual aporta tal vez aspectos positivos a gente que en el espacio físico está condenada al silencio o al fracaso. También permite la constitución de comunidades, a través de las redes sociales, de los foros… y son un modo adaptado al estado social actual.
¿Qué cambia si unos jóvenes al salir de clase hablan sentados en el banco de una plaza o chatean? ¿El valor de su relación ha cambiado? ¿El valor de lo que se dicen ha cambiado? ¿Los encuentros en la red serán menos intensos que los encuentros en el espacio físico? ¿Será menos público el espacio virtual que el espacio físico?
Creo que volvemos a la primera pregunta que dejamos sin solución. Realmente, el problema no es de saber que espacio vale más. Además que a menudo se articulan, como en el caso de las convocatorias por internet, o de la constitución de comunidades por foros que luego se juntan fisicamente, o de las propuestas culturales de grupo de activistas como Platoniq cuyo punto de partida es la red pero de finalización es la calle. El problema no es un problema de convivencia, no es un problema social, sino un problema político fundamental. ¿De qué manera queremos usar el espacio común? Que sea virtual o físico. ¿Con qué usos queremos reanudar cuando se habla de Procomún? De un uso que haga de este espacio de convivencia un espacio de todos y de nadie, es decir un espacio del cual se pueda gozar en libertad. Y aquí volvemos a esta relación entre Procomún, espacio físico y espacio digital: si a la vez la irrupción del espacio virtual, ha ayudado al cuestionamiento de las autoridades por ser un espacio de expresión donde no hay que reconocer el peso ni la autoridad de nada ni nadie, ha reactualizado revendicaciones y ha generado nuevas soluciones, al mismo tiempo, al dejar cada vez más el espacio físico, el Estado se acapara de él y regulándolo más, nos quita libertades y derechos sin que digamos nada. Asimismo la privatización conduce a su reducción progresiva. Y a todo esto se añade un control y seguimiento mucho más importante en la red que en el espacio físico.
De todo eso, se pueden plantear unas preguntas básicas: ¿Cómo queremos pensar la relación entre Estado y Procomún? Una vez definido lo que sería un espacio procomún, se podría abordar una pregunta que me parece muy interesante, y que seguramente estará en el corazón de la charla de hoy: ¿Qué sería el espacio digital procomún? ¿Existe ya? Si bien es cierto que no existe espacio público digital, el espacio digital ¿no sería el más adecuado para crear un espacio procomún?, y desde este espacio ¿se podría generar un espacio físico procomún?

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De la incoherencia de un debate público

Ayer, pudimos asisitir en Medialab Prado a las 19 horas, entre las mesas dedicadas a los grupos de trabajo del taller Visualizar, a la presentación del libro de Joaquín Rodríguez, Edición 2.0.
Apenas se habló del libro. Se mencionó, nada más. En seguida surgió un debate previsto entre 5 personas representantes del mundo editorial con opiniones relativamente diferentes, en torno a lo bueno o lo malo de lo digital en la edición, a lo bueno o a lo malo de los blogs y de la Wikipedia… Primero, no tenía ninguna relación con el Procomún, palabra que ni se pronunció, y segundo los términos del debate no tenían sentido en el espacio de Medialab Prado, donde están ya solucionados desde hace tiempo. Estabamos como asistiendo a una obra de Rodrigo García en el Teatro Pavón, o a una exposición de Velázquez en la Casa Encendida, y no se trata de dudar de la calidad de Rodrigo García, del Teatro Pavón, de Velázquez o de la Casa Encendida, sino de la incongurencia de su unión.
Pero lo que más sentí como desfase fue el formato de este encuentro. Un debate cerrado. Un debate público, pero privado, ¡un escaparate! ¡Un debate público donde el público no puede participar! Era bastante increíble que en un espacio en el cual se habla libremente con Agustin Garcia Calvo o Ignacio Sotelo, -ya que parece que hay que hablar de autoridades-, donde se trabaja en collaboración con Ben Fry, Santiago y Andrés Ortiz, o Julian Oliver, -ya que son otras autoridades-, nadie de estas 5 personas nos invitó a participar al debate.
La conferencia, que suele ser el formato de los jueves, es un formato tradicional que manifiesta la autoridad del que habla, en el sentido de que la presencia del público significa que se conciede al ponente cierta autoridad, prestigio. El asistente reconoce así que el ponente merece ser escuchado, aunque nunca impide cuestionar su opinión, de forma privada, o de forma pública, ya que siempre las conferencias están seguidas por una sesión de preguntas, comentarios, y debate, entre el ponente y el público. Si así se reconoce una partición del saber entre autoría y público, también se reconoce la posibilidad de hablar, de debatir entre iguales. En cambio, en el caso de ayer, se erigieron 5 personas como autoridades, cuya palabra se impuso como digna de ser escuchada y sobre todo incuestionable. Para mi, ninguna de las voces que escuché ayer suscitaron admiración, ni se les reconocí ninguna autoría en el campo que quería abarcar, (entre otras razones porque resultó muy corto y no pude saber lo que cada uno defendía). Además de autoproclamarse expertos nos proclamaron profanos. Creo realmente que ayer fue un momento torpe, poco entendible, y totalmente anacrónico.
Pero, a pesar de todo eso, me alegro, me alegro porque seguramente, hace poco tiempo, hubiera aceptado, aunque enojada y frustrada, esta manifestación de la elite desdeñosa y tradicional, porque no hubiera sabido que otro formato reinvendicar y que conceptos apelar. Pero unos meses después, después de haber seguido como usuaria la filosofía de Medialab Prado, y ahora como miembro del equipo, estoy capaz de rechazar estos formatos, sin verguenza ni furstración, porque sé por que otros formatos e ideas reemplazarlos. O sea que creo que estamos del lado de la construcción del futuro, allí justo donde se construye.