Conferencia de Miguel Jara: un tema que nos concierne a todos

Miguel Jara, periodista cuya intervención hablamos en un post anterior, vino el jueves pasado a Medialab Prado para contarnos como el conjunto de los laboratorios farmaceúticos, la mayoría de los médicos, y todo el mundo más o menos relacionado con las empresas farmaceúticas trafican con nuestra salud, transformando dolencias humanas en enfermedades y desarrollando medicamentos que se venden a la clase media europea. O sea que nos explicó que los medicamentos no son otra cosa que un mero producto de consumo, y que de la misma manera que el sistema capitalista inventa nuevas carencias emocionales o físicas para vender nuevos objetos de deseo adaptados a un tipo de población específica, pues así se inventan los medicamentos.
Ya no son medicamentos para curar, ya no se buscan remedios en contra de enfermedades, sino que se inventan productos que se pueden vender.
Además del conocido problemas de las patentes, nos habló de la cantidad anual de muertes debidas a los efectos secundarios de medicamentos, de esos investigadores que redactan artículos que son publicidades, y de esos médicos comprados que recetan medicamentos no por su eficiencia sino por el dinero que el laboratorio le da.
Y quedan cosas…
No hace falta volver a repetir los asombrosos resultados de la encuesta de Miguel Jara, ni hablar de su presentación a veces discutible, pero apuntar que un vez más estamos como público, (o sería que tenemos que usar efectivamente el término de “afectados” de Antonio Lafuente por descurbrirnos cada vez más realmente afectados, es decir sufriendo consecuencias de un factor externo que en este caso son consecuencias del engaño generalizado y por lo tanto de una importante pérdida de confianza), entonces como afectados, delante de una pregunta importante y cotidiana: ¿A quién remitir entonces? ¿Quién creer?
Si el Estado ha dejado su misión de proteger a sus ciudadanos, si los médicos cuyo codigo de deontología obliga a actuar a favor de la vida prefieren actuar a favor del dinero, nosotros ciudadanos devenidos públicos devenidos afectados tenemos que pensar soluciones para saber y actuar a sabiendas de los riesgos que corremos tomando o no medicamentos.
No pienso que aquí se trate de debatir si la medicina actual cura o no, ni sobre la legitimidad de los otros tipos de medicina, aún menos sobre la disctinción entre dolencia y enfermedad y la legitimidad de curar la dolencia huamana, pero sobre un sistema empresarial muy poco público que favorecen los Estados occidentales, nos amenaza, e incluso podría amenazar la propia medicina como disciplina. Porque creo que el riesgo de este sistema farmaceútico no es sólo el de morir por ciertos efectos secundarios, aunque lo sea, pero es de construir un sistema “simulacre” incapaz de curar que haya reemplazado medicamentos reales y de uso imprescindible por avatares psicológicos o de control de comportamiento que tomaríamos sin resistencia por renuncia a saber y a preguntar, de un lado, cuando del otro la mayoría de las poblaciones se podrían morir sin ninguna ayuda farmaceútica.
Existen otras posibilidades: el desarrollo de genéricos, la creación colectiva y libre en este campo fomentada por los Estados o las Universidades, y el desarrollo de un sentido crítico sobre este tema.

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